¿Entonces qué ocurre? ¿Cómo llegamos a anular de forma tan efectiva nuestra capacidad de gozar y disfrutar? Naturalmente, la mujer frígida no nace, se hace.
Y si analizamos el proceso tampoco es tan difícil de entender cómo se llega a ese punto.
Antes de nada, supongamos que una muchacha en cuestión no traiga neurosis familiares y sociales que de por sí condicionen o condenen el proceso. Es decir, que llegue, en más o menos buen estado. Que ya es pedir.
1. En nuestra sociedad, se hace una entrada a la vida sexual cada vez más temprana, pero con adolescentes menos preparados para ella. Se crea un mercado para el que no tienen mecanismos de afrontamiento. Los mensajes son cada vez más claros, más agresivos. Y nuestros adolescentes se ven empujados a vivir una sexualidad sin la cual no encuentran hueco social, pero carente de información segura, fidedigna, lo que les convierte en seres inmaduros ante dicha situación. Una de las tantas contradicciones del sistema en el que vivimos.
2. Relacionado con el punto anterior, tenemos los terrores: el poder contraer cualquier enfermedad, quedarse embarazada, la trasgresión de un tabú, la condena de cometer un pecado y, por supuesto, esa idea que sobrevuela a toda mujer de que “se entrega” al realizar un acto sexual. En resumen: el miedo como entrante y poder de opresión.
3. El hecho de acostarse por primera vez con alguien no implica sólo el acto en sí, sino que asocia componentes sociales y psicológicos. Tanto si lo hace para encontrar una pareja(si no lo hago no le voy a gustar), como si lo hace para hacer su entrada a la madurez social o personal(en algún momento tendrá que ser), o poder disfrutar de una vida sexual libre (no puedo ser considerada una cualquiera) la situación en sí supone siempre una experiencia vital que lleva con ella tensiones, complejos, ansiedades, miedos; creemos que nuestra vida social depende de esta experiencia que vivamos, y en cierto modo es así. Es difícil disfrutar con todo esto rondando tu cabeza.
4. Uno de los elementos más importantes: se entra en una relación de dominación sin saberlo. Se es tratada y considerada como objeto, mientras nos creemos e intentamos actuar como sujetos activos. En la mayoría de las ocasiones no somos nosotras las que estamos ahí, sino nuestro esquema (la imagen de mujer). En el momento en el que una es consciente del escaso papel que juega en esta relación, comienza el caos. No sientes formar parte de esto, ya que no existes, sino el esquema que se espera de ti. Estar sin estar. Para algunos hombres debe resultar extraño esto que estoy describiendo, sin embargo para muchas mujeres es una sensación familiar. Desagradable, insegura, y , al final poco (por no decir nada) placentera.
5. Y después, importante a tener en cuenta. El Amante. Parece ofensivo decir que en muchas ocasiones juega un papel decisivo en la insensibilización de la mujer, pero es así. El hombre sólo es cuestionado cuando presenta problemas de erección. Para todo lo demás, silencio absoluto, como si el hecho de tener un instrumento que funcione fuera más que suficiente para que todxs aplaudamos. Los actos sexuales violentos, a veces usados más para descargar tensión que para otra cosa, la falta de preliminares o estimulación adecuada, el terminar sin tener en cuenta cómo se encuentra la otra persona o incluso el frotamiento permanente y violento (que sí, que a todas nos gusta que en algún momento nos den fuerte, pero BIEN, que puede ser compatible, os lo prometo) puede llegar a insensibilizar cualquier zona de una mujer, incluido el cerebro. A parte de que se levante y aguante lo suficiente, lo que ocurre en medio constituye un arte que engloba todo el cuerpo, TODO, empezando por la cabeza, aish.
6. Uniendo todos estos puntos, todos ellos EN LA PRIMERA RELACIÓN a la que se enfrenta una mujer, no parece muy difícil imaginar que cuando dicho acto termina, la pobre muchacha en cuestión, se pregunte si no es que ella tendrá un problema.
Y ahí comienza nuestro círculo vicioso, pues las siguientes relaciones serán enfrentadas con una ansiedad preliminar que difícilmente permite que se disfrute de forma completa. No niego el placer en dichas relaciones, pero de ahí a tener un orgasmo hay un paso importante. Llega un punto en el que las relaciones se mantienen más por una cuestión social que por una personal, integran en la sociedad, otorgan un lugar dentro de la relación. Pero al no ser disfrutadas de manera completa, te terminan estigmatizando: «hala, pues soy una frígida, qué le vamos a hacer». Y, voi-lá, trauma creado. Y éste es el momento en el que se consulta con algún/a amigo/a y obviamente te lo refuerza, porque oye “es muy común eso de que haya frígidas”, como si fuera una plaga. Pues mira, NO.
Lo suyo tiene que ser pasar del “no puedo disfrutar”, al “no quiero disfrutar sin mí”. Mucho mejor, dónde va a parar.
Poder conocer y combatir cada uno de estos puntos, es crucial para superarlos. No es cuestión de encontrar culpables, pero sí destruir a los terrores. Porque los monstruos está bien tenerlos sólo debajo o sobre de la cama, pero no dentro de la cabeza. ^^