“- Bua, qué envidia me das chaval, me encantaría tener testículos, creo que es la mejor sensación del mundo.
+ Bueno Anna, no te voy a mentir, ¡sí que está bien! Pero no te creas, no todo es maravillos…
-Pero ¿qué dices? ¡No permito que digas que no es lo mejor! Poder tenerlos ahí, colgando, poder verlos, tocarlos, saber que de ahí salen tus hijos, el placer que te dan…
+ Insisto, ¡es genial! Pero eso también implica otras cosas, como el que a veces sea incómodo llevar ciertas prendas, puedes hacerte daño de una forma mucho más fácil, tienes que ten…
-De verdad, te quejas por gusto! ¿Cómo puedes decir eso? No tienes ni idea.”
¿Os resulta absurda esta conversación? Bueno, pues algo así, pero en lugar de huevos el tema era el embarazo, tuve hace unos días con un señor. No voy a entrar en los detalles, pero añadiré que lo último que oí de su argumento fue “bueno luego si los niños dan porculo que se vayan con su madre, ¡pero el embarazo…!” y ahí ya desconecté.
Hace unas semanas además salió una periodista diciendo que tener hijos disminuía su calidad de vida. Tras esas palabras vino la oleada de medios, personas más o menos conocidas, y público en general, linchándola.
Yo no puedo decir qué ocurre cuando tienes hijos, porque no los tengo. Y sí, quiero dejar claro antes que nada, que quiero tenerlxs, que creo que la maternidad es algo precioso, maravilloso, que te llena de felicidad, tanto como pueden llenarte de felicidad otras tantas cosas en la vida. Ser madre, o no serlo, es una opción libre (no tanto como debería). Y es cierto que la experiencia desde la implantación hasta el parto sólo la podemos vivir una parte de la población. Pero la cuestión es, ¿por qué molesta tanto que expresemos sentimientos contrarios a la felicidad absoluta que supone?
Existe un halo de santidad que rodea al ser madres que parece que no se puede romper bajo ningún concepto. Y da igual que quien exprese la opinión contraria haya pasado por ello, incluso varias veces, porque siempre va a haber alguien que le reproche sus palabras. Aunque no lo haya vivido, aunque no quiera. No tenemos derecho a decir que un embarazo no es sólo alegría desbordante. Pero no lo es.
El embarazo, entre otras cosas, supone:
Empezar a tener la regla, con todo lo que ello conlleva: no puedes hablar del tema con tus amigos, si en algún momento manchas eres indigna y objeto de burlas, no puedes quejarte cuando te duele, eres una impura y claro, también objeto de chistes vergonzosos donde se puede insultar tu propio flujo, o tu olor, porque joder, que sangre un futbolista con la cara abierta y escupiendo mocarros llenos de sangre es porque el tío vale un montón pero ¿sangre por el coño? ¿estamos de broma? En fins.
También supone el que llegando a una edad, todos tus conocid@s, familiares, y gente con la que no hablas desde los tiempos en que los dinosaurios se ponían ciegos a helechos de repente se preocupen enormemente por tu fecundidad, ¿cuándo piensas tener hijos? ¿no eres ya muy mayor? ¿qué vas a hacer con el trabajo? ¿no se te pasa el arroz? Porque claro, crecer laboral, personal, espiritual o metafóricamente no es nada comparado con reproducirte, ¡faltaría más! ¿qué no tienes ni donde vivir y el sueldo no te llega ni para un kilo de pasta al mes? ¡Qué más da!
Y si por casualidad llega el momento en el que, por decisión libre y propia, algo que muchas mujeres no van a tener, consigues quedarte embarazada, comienza el espectáculo:
Médicamente, el embarazo tiene un seguimiento similar al de una enfermedad grave, no digo que no haya que tener un control, por supuesto, pero hay que desmitificar la idea de que el embarazo es “una situación de riesgo”, no hay necesidad de que nadie nos haga creer que estamos enfermas.
Sin embargo, es imposible no tener una serie de miedos inherentes: que todo esté bien, que el bebé esté sano, que nada lo dañe… ese tipo de temores son normales, junto con los que aparecen de cara a enfrentar el futuro que nos viene. Por favor, ¿de verdad creéis que tener un hijo sólo mejora tu vida? Te la cambia por completo, y eso puede y es normal que cause miedo ¿Por qué negarlo? ¿Por qué negar la realidad de que hay cosas que puede que pierdas al tener un bebé? ¿Por qué no podemos decirlas en voz altas sin quedar como unas egoístas y egocéntricas?
No queremos tener que vivir en un estado de felicidad maternal permanente, ni que no podamos decir en voz alta: Ey, hay cosas que no me gustan de esto.
Y NO PASA NADA, querremos igual a nuestrxs hijxs, vamos a darle lo mejor de nosotras y por supuesto que nos van a llenar de momentos preciosos de felicidad.
Pero, por favor, dejadnos quejarnos en paz. Dejadnos vivir. No os molesta que no nos guste un embarazo tanto como está establecido. Os molesta que lo digamos en voz alta. Y hace tiempo que decidimos no daros el gusto de callarnos.

PD: Para vergüenza que una marca de conservas use productos como el aceite de palma mientras hace propaganda de que son productos sanos. Que no cuenten conmigo como consumidora (aunque tampoco es que contaran mucho antes)